Financiar la longevidad: un desafío inevitable

La longevidad es una posibilidad que todos deseamos disfrutar. Pero, como suele suceder con los anhelos más grandes, tiene un alto costo. Si genéticamente estás predispuesto a una vida larga, te ejercitás, comés de manera saludable y dormís bien, también deberías entrenarte para obtener los recursos necesarios que te permitan afrontar el costo de vivir sin seguir generando ingresos.

Durante mucho tiempo, la sociedad delegó el problema económico de la vejez en la seguridad social: una entelequia basada en la idea de que las generaciones activas financiarán, con su trabajo, a las generaciones retiradas. Sin embargo, como en todo esquema tipo Ponzi, el sistema se desmorona cuando los que ingresan son menos que los que salen. Y eso es precisamente lo que ocurre desde hace años en las sociedades más desarrolladas.

Hoy, nadie puede esperar tener un retiro digno sin haberse ocupado de crear un fondo personal durante su etapa activa. Pero entonces surge una pregunta clave: ¿dónde termina la etapa laboral y comienza la jubilación? ¿Cuál es el límite que separa el trabajo del retiro definitivo?

La observación de la realidad actual sugiere que el momento del retiro debe postergarse, ajustándose tanto a la capacidad física de seguir trabajando como al aumento en la expectativa de vida. Como ambos factores son inciertos, se podría fijar arbitrariamente la edad de jubilación en los 73 años, tal como analizaremos más adelante desde un enfoque financiero.

Si aceptamos esta hipótesis como realista, podemos redefinir las etapas de la vida laboral: una primera etapa activa plena, desde los 23/24 hasta los 66/67 años, seguida por una etapa activa limitada, hasta los 73 años, marcada por el inicio del declive natural en la productividad.

Volviendo al punto de partida, recordemos que la expectativa de vida para una persona de 50 años hoy oscila entre los 82 y 107 años. Esto da un promedio de 94.5 años, lo que implica que una persona retirada a los 73 podría vivir, en promedio, 21.5 años más.

Si un individuo empieza a ahorrar a los 45 años —tras resolver su vivienda y la educación de sus hijos— tendrá:

 

  • 22 años para ahorrar, con aportes constantes y buscando rendimientos superiores a la inflación.
  • 6 años de inversión pura, entre los 67 y los 73, sin nuevos aportes pero aún generando rendimiento.
  • 21.5 años de retiro, viviendo de una renta sobre un capital decreciente.

 

Las tres etapas comparten una necesidad: obtener rendimientos reales, superiores a la inflación.

Ahora pasemos a los números:

  • Si tu ingreso anual promedio fue de 52.000 dólares, y deseás mantener el 80% de ese nivel de vida tras el retiro, necesitarás 41.600 dólares anuales.
  • Suponiendo que la seguridad social aporte 20.000 dólares al año, aún faltan 21.600 dólares para completar ese 80%.
  • Ajustando esa suma por una inflación anual del 2% durante 28 años (hasta los 73 años), necesitarás una renta vitalicia de 37.454 dólares anuales a partir de los 73.

¿Cuánto costará adquirir esa renta vitalicia dentro de 28 años? Se estima que para obtener una renta vitalicia inmediata de ese nivel, garantizada e indexada por inflación, se requerirá un pago único de al menos 540.000 dólares. Ese es, entonces, tu objetivo de capital acumulado al momento del retiro.

La conclusión es clara: cuanto antes empieces a ahorrar, mejor. Cuanto más tardes, mayor será el esfuerzo requerido. Y con estas premisas en mente, en el próximo capítulo exploraremos cuál es el camino más eficiente para alcanzar estos objetivos y financiar dignamente una vida larga.

 

Escribe: Ricardo A. Faerman, CEBS

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